domingo, 21 de diciembre de 2008

Las neuronas de Gutiérrez


Estoy de acuerdo. El burro es y será, por excelencia, el animal doméstico que pertenece a la familia de los que no entienden, y que a su vez se clasifican en el orden de los más obstinados ejemplares de la bestialidad humana.

-Oye Gutiérrez, deja eso que te vas a electrocutar…

-No… que yo sé arreglar, hombre. Todas las cafeteras son iguales…

Y al rato nuestra cafetera le explotó en la cara convirtiéndolo de blanco a negrito de tribu Ponapé, achicharrándole con justicia las pestañas, apagando todas las computadoras de la cuadra, movilizando a quinientos curiosos que ya habían llamado a los bomberos y dejándonos el desayuno con Inca Kola en vez de café.

-Oye Gutiérrez no desarmes la fotocopiadora que es nueva…

-No… ¡ya está ya…! Sólo movemos este cable… y…

…Y la madrugada del viernes se la pasó aderezando encuentro, pechuga y pescuezo, y repartiendo polladas durante el almuerzo para costear el bendito mantenimiento que hasta hoy no termina de pagar.

¿No es acaso un burro este señor?

En la oficina siempre hay un tarado que destaca por sus cualidades de bestia. Y claro, decirle burro -con el perdón del más respetable onagro o el más débil de los burdéganos de la sabana- es una ofensa para estos animalitos de Dios que no son burros por el puro gusto de dar la contra.

Si un burro se sienta y dice no camino más cuando usted le habla, no lo hace. Primero porque está cansado y porque cuando está cansado se merece un descanso, y los burros, así como su amante la mula tienen un increíble sentido de valoración por su existencia. Y segundo, porque a los burros así usted le hable en 14 idiomas jamás le va entender porque es un animal y si usted insiste terminaría siendo más animal que el burro, pero bueno.

-¡Estoy hasta la herradura y no me insitas porque te agarro a patadas…!

Y una patada de burro es como para que la soporte, con más justicia, otros burros como Gutiérrez y sus íntimos, porque todo burro tiene íntimos, y si se dan cuenta, siempre se junta con otros burros que relinchan cada sandez. Aparte que se reproducen en la oficina peor que los hongos.

-Para mí el padre del marketing siempre va ser Carlos Marx.

-Ah sí… sí lo he leído. El que escribió hace tiempo Los dueños del Perú.

Allí me di cuenta que la estupidez humana también es causa o por lo menos induce a la catalepsia, porque así me quedé.

Díganme, por Dios. ¿Esto no es una masacre al sentido común y las neuronas?

Entendí que la bestialidad había alcanzado la estratosfera cerebral de Gutiérrez y de su amigo comiéndose hasta el último de sus nervios cerebrales, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano reaccioné, levanté mi almuerzo y me alejé quinientos metros hasta la cafetería donde Flor degustaba un delicioso postre de calabaza, y de paso resolvía un crucigrama. Al sentarme a su lado me preguntó al aire:

-Revolucionario argentino-cubano de tres letras…

-¡Carlos Marx…! ¡Carlos Marx…! -respondí, como si fuera una grabadora automática debido a semejante diálogo que me fulminó el sentido común.

A la pobre Flor Flores que había quemado cerebro cinco años en la universidad estudiando sistemas y que era lectora de Kafka y Saint - Exupery, hasta ahora no le encuentran las pepitas de la calabaza que se le impregnaron hasta en el cerebro de la impresión. 

Me han dicho que soy el culpable y que otro día no sea un burro a la hora de contestar.

Y toda la culpa la tiene Gutiérrez y sus neuronas.


No hay comentarios: